-Su señorito ni cuenta se ha dado,
y pronto parece que se ha marchado.
Pero no llore mi señorita,
ni se ponga triste,
porque con la salida de un nuevo sol
un encuentro nacerá
hasta la salida de la luna.
Y con lástima le digo que
quizá pase rápido y fugaz,
pero que no existe nada
ni nadie mejor a quien regalarle
mi cuerpo y mi corazón, mi alma.
No se preocupe señorita,
recuerde que nos quedan muchos soles
y anocheceres por ver.
Dígame, ¿le gustaría verlos a mi lado?
-Pero usted está tan lejos.
-Llegará un día en el que
no lo esté tanto
y podremos verlos.
-Los espero.
-Los desea usted igual que yo.
-Ay, señorito.
-Señorita.