Podría escribirte una vez si no quisieras que hubiese una segunda,
así intentando imitar a lo que llaman poesía para hablarte,
contarte, comentarte, llamarte la atención y pedirte un poco de tu
seria, calmada, templada y apreciada compañía.
Sabes ya cómo funcionamos, tratando de vernos de tanto en tanto
para nunca olvidarnos, clavando noches en nuestra memoria,
no dejando pasar el tiempo en vano, limitando quizá demasiado
nuestra presencia y alzando nuestra frente bien alto.
Podríamos ser lo más odiados desde una punta a otra,
¡¿y por qué no?! me arriesgaré a decir que eso ya lo conseguimos.
Tú, ella, y yo; vosotros y yo; nosotras y tú; un pequeño nosotros
en el que no cabría nadie más en el caso de que alguien quisiese caber.
Ella sabe que no es nadie, que no es nada, que no será más esa mujer
imposible, perfecta y simplemente deseada sin alguien que la saque
del pozo donde yace, sin aquel que la pueda entonar con su voz
seria, calmada, templada y apreciada por algún otro oído que sepa escuchar.
Y esa voz eres tú, ella es nuestra poesía y yo... Yo sólo soy un afortunada.