jueves, 31 de octubre de 2013

El Romanticismo en el MMXIII

Puedo tener una hoja en blanco pero no pueden esperar que la convierta en arte. Una hoja quiere poesía, quiere secretos y muchos, muchos sentimientos... Y yo ahora no puedo darle casi nada. Quisiera viajar para conocer lugares y enamorarme para conocer gente. Querría pasear por la Sevilla del río y zapatear lo que me cante el cabrero, pero apenas puedo hacer nada. Quisiera escribirte tal cosa que jamás pudieses olvidarla. Querría hacer algo que no me dejaran olvidar... ¿Y si ahora que no hago nada, y si ahora que todo me viene mal, y si ahora que quiero no ser olvidada... Hiciese una revolución?


Para hacer una revolución,
primero,
hay que tener un alma rebelde. 
Para tener un alma rebelde,
primero,
hay que amar la libertad. 
Para amar la libertad,
primero, 
hay que saber cómo duele el amor
y segundo,
saber cuánto placer da ser odiado.
Para hacer una revolución habrá que escribir sin ninguna medida métrica,
para ser un revolucionario tendrás que hacer 
algo que nunca nadie haya hecho,
que alguien jamás haya llegado a pensar.


Ya sabéis cómo va esto. Burlar la ley. Ser punk y sólo escuchar rock. Despertarse temprano para demostrar cada mañana que a quien madruga Dios no le ayuda y por qué será oh Dios mío que dejas morir a tantos pobres niños... ¡Rebénlense y hagan ver a sus prójimos que se puede ser un delincuente, un ladrón de carteras (o de corazones) y no ser mala gente! ¡Que alguien les diga que nuestras meadas son las que riegan la hierba que en sus jardines crece!


Para hacer una revolución,
primero,
hay que saber gritar. 
Porque no por hablar en un tono normal y usar tecnicismos se lleva razón,
¡pero no estropeemos el silencio con berridos sin sentido!
Demostremos con paciencia 
y con mucha rebeldía
que somos todos unos románticos,
tan romanticistas, que aprendimos a no amar,
que sólo nos dejamos llevar, 
y por la ley de oferta y demanda... algún día todo cuadrará.