La wikipedia denomina locura como, textualmente, determinado
comportamiento que rechaza las normas sociales establecidas. Locos los llamados
automarginados. Deberíamos divagar sobre esa palabra, sacarle las entrañas y
así poder relacionarla. Les contaré una
historia:
Desde pequeños hasta mayores llamamos tonto a aquel que ose
contradecir nuestras creencias. Vemos como un grano en el culo a ese tonto que
mantiene una conversación con nosotros. ¿Cómo tiene la osadía de empezar una
frase con “No, sino que”? ¡No puede! O sea, ¡qué sabrá el de la vida! Ese es el
problema. Que a ese tonto no le hace falta saber de la vida, no le es necesario
haber vivido más que tú, haber viajado ni haberse divorciado siquiera. Y eso
nos jode. Que nosotros tengamos problemas, y él no. Que nosotros conozcamos los problemas a la
perfección, pero que él conozca las soluciones como de una ecuación de primer
grado se tratara. ¿Quién es ese tonto, que nos escupe a los ojos aquellas
verdades hasta dejarnos ciegos de ira? ¡Está loco!
Y es así como desde pequeños hasta mayores llamamos loco a
aquel que hace cosas que nosotros no llegamos a comprender. Vemos como tal
pústula en la nariz a ese loco que nos roba minutos de sueño, ocupando nuestra
mente con sus locuras. ¿Cómo se atreve a robar mi atención? ¡No debería! Pero,
a ver, ¡qué está mal de la cabeza! Y ese
es el problema, que si no lo llegamos a entender, es obvio que está mal. Y no,
para nada lo está. Pero el loco hace lo que él quiere hacer, y nos dice que lo
él nos quiere decir. Y eso nos jode, porque las normas sociales establecidas tienen
detrás de cada sílaba acentuada la palabra respeto. Y ese señor, no me respeta.
¿Pues no que está haciendo ver a los demás que estoy equivocado? Mejor se calla
al sincero, llamándole loco y creándole complejo de tonto.
Y así, amigos pero nunca compañeros, es como los llamados locos
acaban aislados, automarginados.