¿Habéis tenido uno de esos días en lo que lo más interesante
que ocurre es el voleteo de una mosca por la habitación?
Me encuentro tirada en la cama, no es nada nuevo.
Últimamente es mi sitio favorito; aquí no puede pasar nada. Y pasa, realmente,
eso: nada. Estaba mirando Instagram hasta que me dormí. Me relajan los vídeos
de gente haciendo ejercicio. No lo entiendo, porque a la misma vez siento una
inmensa envidia. Al despertarme, he visto que una mosca, de esas que vuelan en
círculos, ha entrado en la habitación. No he podido hacer otra que quedarme
mirándola.
No sé si lo entendéis, pero esta mosca es muy importante.
Significa que el verano está ya aquí. No que está por venir, sino que ya ha
llegado, que ya ha pasado medio año. Y yo todavía no he hecho: nada.
¿Qué podría hacer? También me pregunto. ¿Qué podría haber
hecho para ahora no sentir esta desolación? Pero tampoco importa. ¿Qué más da
lo que podría haber hecho si hecho ya no está? Quizás debería pensar en lo
que todavía puedo hacer. ¿A qué plazo? ¿Corto? ¿Largo? Si ni siquiera sé
definir quién soy, cómo voy a saber qué voy a hacer.
Hasta ahora sólo he hecho las cosas que tenía que hacer.
Cuando era niña, pues estudiaba lo que hacía falta e intentaba no caerme a
muchas fuentes. De más grande, pues seguía estudiando lo que necesitase y
aprendí que cuando se va sola por la calle no se habla con señores mayores. Digo
sola porque amigas tampoco tenía muchas. No era algo que me dijesen que tenía
que hacer, así que me tomé la libertad de decidir que aguantar a gente no era
obligatorio y, simplemente, cuando me cansaba, me iba. Eso no le gustaba mucho
a la gente en general. Pero mi madre una vez dijo hablando por teléfono, sin que
supiese que yo la estaba escuchando, que estaba asombrada con mi fuerza de
voluntad. Eso me gustó. Aunque no lo entendí. No me supuso de nunca ningún
esfuerzo estar sola.
Ahora un poco sí. Estar sola cuando ya tienes más de veinte
años es tener que empezar a dar explicaciones de por qué estás sola. ¿A quién
le apetece nunca dar explicaciones? Me gustaría vivir en un mundo donde nadie
las necesitase. Y eso que soy la primera que en su interior ruega porque se las
den.
En fin. Ahora, que estoy terminando mis estudios y que nadie
me dice lo que tengo que hacer ni a qué horas ni dónde, me encuentro tirada en
una cama que no es mía observando a una mosca y preguntándome cuántos días de
vida le quedarán y si acaso ella lo sabe y por eso anda siempre en círculos,
sin decidirse a dónde ir, sin miedo a equivocarse y desperdiciar sus últimas 26
horas y media de vida.
…
¿Os imagináis lo frustrante que tiene que ser introducirte
por error en una habitación y encontrarte encerrada dándote cabezazos contra
algo transparente sin saber lo que es ni cómo salir? ¿Es así cómo se sienten
las personas que escogen mal cuando acaban los estudios? ¿Y si me tengo que
sentir afortunada por tener la opción de elegir? Hm. Elegiría alguna salida, si supiese dónde está la puerta. O la ventana.