viernes, 28 de diciembre de 2012

Esta no es mi habitación.

No tengo ganas de que vengas porque no quiero verte. No me apetece pasar una noche más juntos, ni de seguir picándote y ver esa sonrisa burlona que te sale. No me hace ninguna ilusión que vuelvas a darme un ligero beso en la mejilla como el de esta tarde. No quiero abrazos ni achuchones. No quiero que te quedes a dormir porque no quiero besarte y dormirme de nuevo en tu pecho. No tengo ganas de susurrarte cuánto te he querido, te quiero y te querré. No me apetece oír tu respuesta, como tampoco quiero sentir el roce de tu piel contra la mía una vez más. No me hace ilusión oler tu pelo. No tengo ganas de que tus dedos se paseen por mi espalda porque no tengo ganas de notar tus manos dulces sobre mí. No quiero escuchar tu respiración cerca de mi cuello, no quiero tus labios sobre los míos de nuevo. No me apetece que nos escondamos bajo las sábanas inmaculadas de un hotel, no me apetece besarte. No quiero morderte. No quiero jugar con mi lengua en tu ombligo. No me hace ilusión el cigarro de después porque no me hace ilusión que haya un antes. No quiero que me poseas, no quiero ser tuya, no quiero que seamos uno. No tengo ganas de que entres en mí, de sentirte dentro, de sentirte mío. No me apetece dormir junto a ti, ni acurrucarme a tu lado, ni que me abraces, ni que me huelas el pelo. No quiero un despertar a tu lado porque no quiero que me desees buenos días y me beses la nariz. No quiero ver tu sonrisa antes que el sol. No quiero. Pero haría todo lo que me pidieses para que tú sí quisieras, que me convencieras e irnos los dos.

viernes, 7 de diciembre de 2012

Escribiré las palabras a tinta para que nada más que el fuego pueda borrarlas

Nuestra protagonista será muda aun pudiendo hablar. Ella será alta y no tan delgada como le gustaría ser. Vestirá siempre de negro y negará ser rubia cada vez que se lo recuerden. Tendrá la la condena de ser una escritora sin inspiración y demasiadas ideas. Podrá andar y no sabrá a dónde ir. Tendrá una fuerte y buena voluntad; carecerá del sentimiento de la envidia pero le sobrará orgullo. Siempre se sentirá sola y es que nunca estará bien acompañada. Por virtud o por defecto, ella siempre pedirá perdón. Se creerá hija de la naturaleza y será la voz que a miles de personas como tú y como yo hará llorar. Nuestra protagonista no es creyente pero temerá a la raza humana, a sus bombas  nucleares y todas las demás armas. No tendrá fobias ni alergias, jamás se resfriará y no pasará día entero en cama, aun que sí bajo las sábanas. Y es que ella será débil contra las emociones y sentirá demasiado. Irá cogiendo cachitos de las almas más grandes que se encuentre por el camino. Pero no será una copia de nadie, sino una consecuencia.
La querrán sin ella saberlo y se lo dirán sin ella quererlo. Tendrá miles de dones sin ella conocerlos. Será amiga de sus amigos y no todos sus amigos serán sus compañeros. Ni un deporte se lo dará bien y sin embargo, nuestra protagonista jugará de maravilla a consolas. Leerá poesía; escuchará la música de los más grandes poetas. Ella fumará, ella beberá hasta terminar borracha en cualquier banco. Perderá el control mil veces, las situaciones y emociones se les escaparán de sus manos, pero tendrá un algo para conseguir retomarlo. Carecerá de adicciones; las galletas serán su único vicio. Le costará mantener la calma a causa de sus nervios y su poca paciencia. Se tomará las cosas demasiado al pie de la letra. Cuidará de las personas a las que quiere hasta que ella lo vea suficiente. Por virtud o por defecto, ella siempre agradecerá demasiadas veces lo más mínimo. Buscará todas las soluciones a cada problema. Igual que nunca desistirá, nunca mentirá. Le asqueará todo tipo de falsedad. Dormirá con sueño ligero cuando deba descansar y cuando tenga que estar atenta caerá en sueño profundo. Pero no le hará falta dormir si tiene cualquier razón para levantarse. Soñará despierta con su futuro y es que, ella, tendrá muchas metas y objetivos. Cumplirá la minoría más importante. Nuestra protagonista no sentirá miedo pero no sabrá amar. No querrá sentir siquiera el amor y dudará de su capacidad para ser amante. Odiará ser amada. Y entonces se enamorará. Vivirá un amor sin saber que lo está viviendo. Será feliz con nuestro protagonista y, es que, él tampoco tendrá idea de lo que está sintiendo.
Pero nuestro protagonista deseará buenas noches cada noche y dulces sueños antes de cada pesadilla. Dormirá entre mantas y cojines para no sentirse solo. Despertará sólo con media sonrisa y nada se la podrá cambiar. Escuchará la música de los guitarristas más sentimentales y leerá los cuentos que él mismo escribirá. Sufrirá con las películas de final dramático y no reirá con las comedias. No compartirá su temor ni su fascinación por la mente humana. Jamás se quitará la chaqueta para que otra persona no pase frío. Estudiará todas las materias pero sólo aprobará las que les guste. Vivirá a causa d pastillas y mucha agua. Le sobrará el sol aunque no la luna. Irá siempre vistiendo lo último y el cabello bien peinado. No aceptará halagos. Asumirá críticas. Aprenderá fácil y rápido de las experiencias. Vivirá a causa de la búsqueda de éstas. Se atreverá a vivirlo todo. Aceptará cada consecuencia pero no hará ninguna penitencia. Pensará en todo; comentará muy poco. Será conocido por la mayoría. Conocerá a la minoría. Nuestro protagonista tocará la guitarra eléctrica y cantará las canciones más sentidas y menos conocidas. Oirá de todo. Verá demasiado.Escuchará lo que le parezca digno de ser escuchado. Será ciego cuando le parezca oportuno serlo. Hará arte con las miradas. Sabrá cómo hacer llorar a personas como tú y como yo. Olvidará con demasiadas dificultades. 
Él será delgado pero no tan alto como quisiera. Carecerá de complejos y de orgullo. Buscará constantemente nuevos lugares.Volverá siempre cuando  el frío apriete. Protegerá a su familia. Sufrirá por quien menos quiera sufrir. Creerá en abundantes ilusiones y en el destino. Reirá sobre horóscopos y karmas. Saldrá en cada historia que invente y se camuflará tras pequeñas mentiras. Será invitado a las mayores fiestas. Sufrirá el asma y la ansiedad pero aún así fumará. Tragará el humo y no le importará. Beberá hasta terminar vomitando. Utilizará cualquier excusa para cualquier acción. Nunca perderá el control. Parará cuando tenga que parar. No pedirá perdón si de verdad no lo siente. No lo pedirá por favor si de verdad no lo quiere. Nuestro protagonista sabrá perderse si lo necesita. Lo necesitará. Será fuerte y débil a la vez. Nunca pedirá ayuda. Gritará en silencio para no molestar. Hablará cuando tenga algo que decir y será la voz que a gente como tú y como yo nos hará cambiar. Sobrará en muchos lugares. No formará parte de ningún grupo callejero. Dejará huella donde menos lo espere. Marchará cuando crea conveniente y temerá que le dejen marchar. Dudará muchísimo sobre todas las cosas y aún así será un protagonista decidido. Pero sabrá contener los impulsos. No negará su pasado; negará su futuro. Cambiará mil veces sus objetivos. Él no creerá en lo eterno y mucho menos en un hasta que la muerte los separe. No querrá ningún tipo de relación. Creerá estar lejos de verdadera amistad. Asqueará todo referente al amor. Y entonces se enamorará.
Y es que nuestros protagonistas no vivirás una historia de amor sino un amor con bonita historia. Vivirán siempre en verano y se querrán todo el año. Se regalarán besos y tantos abrazos que conocerán el infinito. Vestirán muchos zapatos por muchos caminos. Sabrán estar separados sin ansiedad por estar juntos. Sabrán disfrutar cuando lo estén. Tirarán todos los relojes y perderán la noción del tiempo. Podrán pasar días en la misma cama. Se alimentarán de sexo y caricias. Reirán incluso en un saludo. Escucharán la misma música, sus carcajadas y sus lágrimas. Leerán las curvas el uno del otro. Tirarán el calendario y volarán los días. Ellos temerán los miedos de su compañero y se harán valientes contra los propios. Olvidarán el físico; quedarán ciegos ante las verdades de este mundo. Sólo verán el alma. No pelearán. No discutirán. Encontrarán el punto medio. En las sábanas enterrarán las pesadillas y se quedarán con los sueños. Serán increíbles. Harán cosas increíbles. Serán inspiración; serán oxígeno; serán agua y se dejarán llevar. Conocerán gente, lugar y posturas. Tendrán planes. Sonreirán como rutina. Correrán delante de sus amigos y de la policía. Pararán cuando alguno quiera descansar. 
Serán amigos, serán cómplices. Serán amantes, serán hermanos. Serán fieles, serán pareja. Nuestros protagonistas serán uno. Y, así, querrán serlo eternamente. Escribirán el amor a tinta para que, ni siqueira el fuego, pueda borrarlo.

martes, 4 de diciembre de 2012

He pensado mil formas de matarte
mil y una formas de asesinarte
de hacer que dejases de ser alguien.
He querido convertirte en las lágrimas de mis llantos
en el humo de mis cigarros
en la lluvia de los inviernos en el que el frío me gana
y es que he perdido todas y cada una de las batallas;
mis pulmones negros
mis labios sonrojados, mi ansiedad
mi alegría y mi tristeza
han decido convertirte en un intento de poesía.
Plata ennegrecida, relaciones podridas
y un paquete de tabaco por empezar,
mil cosas que podíamos haber aprendido juntos
tú conocerás con otra Alicia
en otro Wonderland.
Ya no escribo tu nombre en el vaho
de cristales congelados
de duchas que duran casi una eternidad.
Mis mareos, mi soledad
y un paquete de Fortuna apunto de acabar
han decidido convertirte en palabras
y así, tú, nunca morirás.


-Ana Fernández

viernes, 23 de noviembre de 2012


Te doy mis ojos
y con ellos te regalo mis recuerdos,
que ya no los quiero
que ahora me duelen,
que me desgarran por dentro 
cual fiera domada
que ya está harta de su jaula.
Te doy mis ojos
repletos de días soleados
de noches nubladas 
de secretos no escritos
y de aquellos amores 
que todo eso vieron.
Te doy mis ojos
maquillados por el tiempo
adornados con sutiles ojeras
y camuflados por un guiño solitario.
Que ya no quiero ver más 
que ya he visto demasiado
que ya no me gusta lo que veo
y no me queda ya nada por ver. 
Te doy mis ojos 
y con ellos llévate mi futuro
llévate a mis hijas,
ellas ciegas también,
que no quiero que vean
de lo que ahora es éste mundo
que no quiero más que oigan 
que atiendan y aprendan
escuchando nomás que poemas 
que hablen de sentimientos ciegos,
que ciegamente hagan sentir
los colores vivos
el arte sobre el lienzo
y la que fue tu belleza ciega. 

-Ana Fernández

domingo, 4 de noviembre de 2012

Las batallas internas del propio infierno.

Escribo aquí y ahora porque dudo de mi suerte; quién me dice que podré yo mañana volver a escribir. Nunca sabrá nadie cuando llega su hora, mas todos conocen las cosas que dejaron para más tarde hacer. Palabras nunca dichas, lugares nunca vistos. No permitiré que tal desdicha caiga sobre mí. Cojo la pluma con tanta fuerza que mis dedos, congelados y de un color morado debido a ese fuego que ya no quiere arder, se quejan en silencio. Pero es que tengo miedo de eso que habita en mi cabeza, de esto que nadie más que mis ojos consiguen ver. Aprieto su punta contra el papel casi hasta grabar la historia en la memoria de este escritorio. Y es que grande es el esfuerzo que tengo que hacer para no salir huyendo de esta silla que, a la vez, se esfuerza por atraparme. En un momento recuerdo respirar, aflojo y me suelto:
No llego a recordar cuántos meses han pasado, rozándome rápidos y sin ningún sentido, desde éste día fatal que me atormenta todas las noches bajo sábanas. Mis miradas dicen que hará más de un año, mi mente, pobre, que sólo quiere olvidar, insiste en que nunca ha pasado.  Más me fío del calendario, que me descubre que el día del que hablo fue el simple ayer. Pues, fue ayer que me levanté y sin bocado en boca me dispuse andar y a andar fui.  Sin darme cuenta ya estaba mil calles más allá de en la que se encuentra mi hogar. lejos del barrio en el que he crecido, sin caras conocidas a las que escupir un falso buenos días, me sentí perdido. Quise sentarme en un banco y en un banco me senté, aunque no fue en el primero que encontré. La noche había estado llorando y, aún, la mañana no había tenido tiempo de secar las ciudades. Me encontré conmigo sobre el frío mármol, con las manos llenando los bolsillos vacíos de dinero y vistiendo unos zapatos desgastados, casi deshechos, del paso de los años, que a nada perdonan. Y entonces, me sentí solo, aunque no en soledad. No sé si entienden. La soledad es un primer personaje en el teatro de la vida; si no viniese ella, iríamos nosotros a buscarla. No existe día en el que no haya momento en el que no queramos compañía. Pero estar solo es diferente. Sentirte solo puede ser que sea el peor de todos los sentimientos, puede ser que sea lo más agrio y asqueroso que el ser humano tiene que sentir. No imagino a mis fuerzas pudiendo soportar peor sensación. Estar solo; que nadie comprenda, que tus miradas no digan nada a nadie, que tus palabras ni alegren ni duelan, que nadie entienda. ¿Habrá cosa más mala que esa?
Dejándome llevar por demás pasados, oscuros sentimientos, tuve la sensación de caer y aun no siendo cómodo, no moví un dedo por escapar. Me rendí antes de luchar. Sería mi sentir, mi pasado, mi interior, contra mí mismo en el exterior. De una forma u otra ya sabía el final de la película: gane quien gane soy yo el perdedor. Así pues,  me  dejé caer y aproveché los últimos momentos de paz que mi subconsciente me regalaba. Disfruté de la ligereza de mi cuerpo, supuse como de bonito se vería desde fuera mi cabello, jugueteando con el viento. Dejé que mi imaginación volara tan alto como de bajo estaba yo cayendo. Unos instantes me permití, incluso, susurrar la canción que hizo de mi vida algo más llevadero y ligero de cargar. La misma canción que me ha dado fuerzas para escribir, aquí y ahora.
Y entonces caí. Toqué el fondo que confirmó que estaba vivo, todavía. Chocó mi espalda contra el suelo y acto seguido, un dolor cortante y frío, como si de mil cristalitos se trataran. Éste me obligó a abrir los ojos y ahí, sólo entonces, deseé haber muerto. Había caído en el infierno. Y pese a que siempre hablaron de él y su característico calor, no pude más que sentir frío. Se me helaron las pestañas y en mis congeladas manos llegué a ver reflejados mis ojos, que por primera vez hablaron, en apenas un murmullo, desprendiéndose de sus últimas palabras: "Nunca fue tu culpa, excepto cuando tú quisiste que lo fuera".
Después, todo giraba. No puedo asegurar si era yo quien daba las vueltas, o era aquel sitio quien me columpiaba. Millones de luces parpadeaban a mi alrededor, prestando color al blanco frío. Bocanadas de aire transportaban aquellos cristales, abriendo el paso, marcando heridas. Yo en medio y todo demasiado rápido... Pero apareció el ruido y calló a los vientos, durmió a las luces y a la velocidad consiguió frenar. Se apagó entonces todo el alrededor, dando leve descanso a mis pupilas dilatadas. Sólo necesité sesenta segundos más para comprender: el infierno comenzaba ahí. Con la oscuridad vino la nostalgia, la pena y la falta. Se me cayeron sobre los hombros todo lo que en un ayer menosprecié y aquello que dejé ir. Se aparecieron los momentos que nunca he vuelto a vivir, vinieron a mi mente las caras de personas con las que
no supe aprovechar. Recordé, sin quererlo, sonrisas que no obtuvieron respuesta, miradas de desilusión y perdones que jamás fueron aceptados. Si antes el frío había conseguido congelar el corazón de mi pecho, ahora éste ardía a mil grados.

     El sol brilla ofreciéndonos sus últimos rayos del día. Parece que juega con nosotros, escondiéndose entre nubes blancas y amarillentas. Mientras él se va, jugamos nosotros con el humo de nuestros cigarros, intentado adornar la puesta con perfectos aros. Disfrutamos de cada calada tanto como disfrutamos respirar. Sabemos que eso nos mata, pero también sabemos que moriríamos igual por salvar a quien tenemos al lado.

¿Era eso un flashblack?

     Siento que voy a explotar. Me recuesto sobre el sofá y dedico una mirada rápida a la caja de cereales vacía al lado del tazón azul, el que me siempre me recuerda a las noches en las que mamá me mojaba las galletas en leche. Más atrás asoma el plato lleno de migas de pan, provenientes de las tostadas que, también, cené. Al lado, el plástico que envolvía las galletas de chocolate. No llego a ver dentro de la bolsa de magdalenas, pero apuesto a que no queda ninguna. Sin saber de donde saco la fuerza de voluntad corro al baño y vomito. Veo mis dedos manchados, mi cabello goteando, siento mi garganta sangrar. Tiro de la cisterna, y vuelvo a empezar. 

Ese era su plan. Hacerme recordar hasta que la locura me matara. La fuerza con la que mi sangre recorre mis venas me hace temblar, la ira vuelca mi estómago, se escapa la rabia en un suspiro y ésta, libre, adopta la forma de una mujer unos pasos más allá. Cabellos rubios, tan rubios, y tersa piel. Su carita era tan pálida y sus ojos, tan claros. ¡Ahh, ese vestido! Hecho con trocitos de hielo, ceñido a su figura, haciéndole brillas más, si cabía posibilidad. Era esa mujer la fuerza de mi coraje, la ira de mi ausente voluntad, la rabia provocada por mi mal perder, la cobardía que me hacía perdedor. Era la frialdad, la antipatía,   la bordería, la indiferencia que pudieron reinar sobre mí hacía un corto tiempo, era todo ese malestar que días atrás causé. Y la vi venir, rápida y nada vacilante, con sus ojos entrecerrados y su cabello casi blanquecino creando ondas sencillas entre vientos. Ella se acercaba, enseñándome sus finos colmillos por primera vez,  emitiendo un ensordecedor gruñido. Y yo, ahí, parado, atrapado por su belleza, viéndola venir, asustado. Si me cogía, iba a morir; mi cabeza rodaría por aquel infierno, mi corazón se lo comería, mis pulmones los estrujaría hasta que estos no supieran del oxígeno. Yo no parpadeaba, puede que se me olvidara cómo respirar. Yo sólo miraba lo perfectos y ligeros que eran sus pasos hacia mí. Sus pies, desnudos, parecían volar a altísima velocidad; no tocaban el suelo, no conocían gravedad.
Fue su tacto lo que me hizo reaccionar. Ya posadas sus manos sobre mi cuello, tan heladas como la nieve de Enero, como un corazón solitario el catorce de Febrero, despertaron a mi alma encandilada. En un último movimiento pude ver, de nuevo, sus afilados dientes queriéndome morder, sus largas uñas queriendo abrir mi piel. Su traje, deslumbrante, cegándome. Pero pude con ella, sorprendiéndola, abrazando su figura, acariciando su cintura, tumbándola en mi pecho que todavía ardía. Retumbaban en mis venas el amor, la lujuria, la alegría, las cosquillas de una primera vez. Se veían reflejadas en mi mirada la curiosidad que a mil sabios gatos mató, las ganas, de vivir, de ganar. Se reflejaba la confianza, la complicidad y con ellas bailaba el respeto. Abrazada tenía a aquella mujer de mis peores pesadillas, a los ojos la miraba, una mano suya tenía entrelazada. Era ella el puro odio, y yo la amé: acaricié sus mejillas, resbalé por sus comisuras, rocé sus labios y en el beso se fundió. El hielo del vestido se derritió, en sus claros ojos ahora ardían llamas de varios metros de altura. Sus cabellos, tan rubios, se hicieron negros de carbón. Abrazada tenía ahora a una mujer hecha de polvo, de ceniza que después voló. Había sido ella el mismo infierno.
Y una gota de lluvia resbaló por mi cara. Otras sólo mojaban mi abrigo. Desperté en el mismo banco del que me había caído. A mil calles de mi barrio,  ganada mi propia batalla, tuve las ganas que nunca había tenido de volver al hogar y, al fin, escribir con la tan buscada libertad.

miércoles, 24 de octubre de 2012

Madre.


Hoy el cielo se despertó vestido de rojo. Un rojo pasión, tal como los labios de una mujer que en otras circunstancias te habría hecho enloquecer, un rojo como el que se atreven a llevar esos vestidos diseñados para dejar huella.
El tiempo es egoísta y nunca correrá a tu favor, pero creo que, hoy, ha hecho una excepción conmigo, haciendo cambiar el rojo sangre a un naranja mucho menos intenso. Sabrás de que naranja hablo si alguna vez has visto a un niño lamer un chupachup, si te fijaste alguna vez en el pintalabios que tu madre utilizaba cuando quería ir guapa, pero le daba miedo destacar.
Tan impresionante me pareció el cambio, que me di el gusto de parar y, simplemente, mirar. Miré durante minutos, aunque mi mente voló durante horas; contemplé como nubes blancas tenían el descaro de imitar aquel color, teníales envidia, pues no me importaría poder vestir así algún día: con colores de libertad y anunciando nuevas noticias.
De nuevo quiso el cielo sorprender y, quitándose el traje naranja, se puso un abrigo de un amarillo de tanta intensidad, deslumbrando a tal nivel, que muy a mi pesar, tuve que cerrar los ojos un instante. Al abrirlos de nuevo, no me esperaba menos de lo que veía. Las penas casi ni se apreciaban, no había sombra en la que poderse cobijar:  el sol salía y se estaba haciendo de notar. Los pájaros dejaron de cantar y no sería por otra cosa que por también quedarse a mirar. Jamás había podido ver nadie tal amarillo como aquel.
Sorprendiendo aún más, debido a ansias de protagonismo y querer dejarse ver, volvieron las nubes, ahora con más personalidad, despojándose de las luces para volverse grises, cada vez de una gama más oscura, de tal manera que terminaron por ser negras. Un negro sólo característico de los sueños nunca recordados, de los días de pena. Vino de acompañante la lluvia, tan fría, delicada y fina como por aquí suele ser. Vino y llamó a los charcos, a los niños chapoteando, a los caracoles los mandó a pasear y, regando las raíces de los árboles más ancianos, estos aprovecharon el viento para susurrar un gracias con las ramas más pequeñas.
El sol, sus luces y sus últimas fuerzas de la mañana hicieron un amago de presencia, y por consecuencia apareció un arcoiris, haciendo resumen de estos colores que pocos pudimos llegar a contemplar. Quedándose allí, y casi sin pensarlo, hizo del diluvio una lluvia más bonita, más sentida.
Y ojalá nunca hubiese yo bajado la vista de ese que era nuestro techo entonces, pues lo que a vi a mis alrededores, lo odié.  Y es que allí no había nadie. Sintiéndome afortunada por haber sido la única privilegiada en ver aquello, me fui a casa sintiéndome también triste y desdichada; no paré de pensar en las personas de la que es hecha ahora esta sociedad. Nadie mira ya al cielo, nadie admira ya lo fuerte que es la naturaleza. Tampoco creo que nadie tenga idea de lo insignificantes que somos, de lo pequeños que nos deberíamos sentir.
Nadie disfruta ya con nada; nada se puede hacer ya con nadie. 

lunes, 15 de octubre de 2012

Te pienso
y no me importa pensarte,
pienso en tus labios,
los besos que regalan, 
en las palabras que callan,
pienso en tu cabello
cubriendo los oídos que no quieren oír,
alumbrando una carita que quiere lucir,
pienso en tu espalda
con veinte mil y una puñaladas,
pienso en tus ojos
buscando otra mirada,
y no me importa pensarte;
de vez en cuando
también voy a soñarte.

domingo, 7 de octubre de 2012

Ni de tu sombra.

Llegará ella cuando nadie ya la espere y todos hayan caído en desesperación. Conoce a la gente a la que mantiene, conoce cómo mantenerla y cómo éstos se dejan mantener. Se asomará poco a poco, nunca se sabe si entre risas o llantos. Sólo se sabe, que nunca viene sola. Nada se sabe de con quién vendrá.
Llega despacio, tan lento que desesperaría al más paciente. No tiene ninguna prisa, no tiene ningún miedo a que no se le espere. Sabe que es demasiado necesaria y por eso no corre, por eso no acelera; quiere hacerse de rogar.
Llegó con los ojos en silencio y el toc toc de sus talones al pisar. Paso a paso, se sabía que se iba acercando más, pero si la mirabas, ¡parecía estar en el mismo lugar! Ella comprende que puede hervir sangres, a los pelos los consigue erizar, pero, fíjate, lo poco que le importa, que incluso, entre paso y paso, llegó a sonreír. Sonrió, y dicen que toda sonrisa es bonita, pero puedo jugarme la vida a que aquella era una sonrisa con maldad. Se escuchaban susurros y vocecillas que prevenían lo que podría pasar. Enormes carteles gritaban lo que iba a suceder, miles de palabras volaban en el aire y tú ya habías vivido ésta situación.
-Te lo dije. -Y aquí el silencio se terminó. A manos de un alma, de un casi fantasma, de algo de la imaginación. El silencio acabó muerto, y fue el caos quien ganó.
-Te lo dijeron. -Repitió. Echaban sus palabras arena sobre la tumba del silencio y a cada palada la tranquilidad sangraba más. La tranquilidad acabó espantada, y fue la indecisión quien ganó.
-Te lo dijiste. -Gritó en a penas un murmullo. A voces susurraban los actores de segunda plana; ninguno de ellos pondría la mano en fuego si ésto no lo hubiesen visto. Yo misma acabé muerta, enterrada, sepultada, a manos de, ¡ah, qué sabría yo!, de quien yo pude llegar a ser.

sábado, 8 de septiembre de 2012

La plata ennegrecida.

No te lo crees hasta que te rompe la nariz del golpe. La verdad siempre llega y nunca termina de ser bienvenida. Creíamos no tener verdad al creer carecer de mentiras. Pero a ti y a mí nunca nos ha faltado nada, excepto las ganas. Es posible que me esté equivocando al hablar en plural; ahora mismo dudo de tener compañía en ésta carrera. Por si acaso, sigo corriendo, aunque a un ritmo muy inferior. Muchas perlas resultan ser falsificadas, como la plata acaba siendo negra. A pesar de los defectos, sigue saliendo caro.
Siento si no está satisfecho con su trueque; tengo entendido que esperaba un collar de perlas color inmaculado. Perdone, pero yo siempre he sido barata quise ser sencilla. Inmaculada es para mí la espuma de la cerveza y lo era la hoja en blanca que se dejó escribir por mí. Muchos renglones para excusarme he desperdiciado ya.
Si en la oscuridad haces brillas luz fuerte y chiquitita, con un dedo encima puedes ver tu interior. Tal sencillez como ésta me hizo pensar en nosotros. Siempre a tientas intentado observarnos desde fuera. Falta lo que nos alumbre. Un año después estamos cayendo en la desesperación y la impaciencia de saber qué es lo que nos hará brillar. No sé qué esperar si dos trajes en llamas no nos bastaron.
Nadie quiso la ignorancia pero la hubo, nadie pidió ayuda pero nosotros la queríamos, mientras la oscuridad nos mordía y a cada mordisco éramos más parte de ella, éramos nada.
Me vendo a más precio de lo que valgo. Creo que te sientes timado, algo decepcionado por esos escritores que no saben escribir y esas perlas que no saben lucir. Todo lo que hago lo hago sin querer. 
No te ruego que vengas, nunca te susurraré un ven; te pediré que te dejes llevar. Jamás por la ansiedad, el egoísmo o el poder, sino por el querer y el oleaje.
¿Qué, o quién, será nuestro faro?

sábado, 25 de agosto de 2012

Every you - every me.


Doy por supuesto tantísimas veces tantísimas cosas que mis ilusiones ya me odian. Las he roto todas una vez tras otra, cada día de todos los años de mi vida. He oído demasiadas veces cuando todos escucharon no. Demasiadas ocasiones han sido en las que he estado dispuesta a derramar sangre cuando nadie la quería. Nunca he pedido piedad y si ahora gritara nadie me iba a escuchar. Es como estar solo lejos de casa, solo rodeado siempre de gente, solo porque esa gente no comprende. Ellos decían ser amigos y no son más que los autores de tus mayores fantasías. De esas que nosotros conocemos; de las que, de nuevo al caer la noche, se vuelven mentira. Y es entonces cuando vuelves a Placebo, a Nirvana y a aquellos que ya tenían dos capas de polvo en el fondo de la estantería. Brian Molko nunca me dolió.



He de decir que amigo no es sinónimo de compañero.

viernes, 24 de agosto de 2012

¿Qué te apetece cenar?


Nos empeñamos en hacernos con objetos que nos recuerden al momento que vivimos sin darnos cuenta siquiera en si lo disfrutamos o no. Podemos conseguir que el más mínimo cuerpo material represente la base elemental de nuestra existencia. Quizás sea nuestro miedo a olvidar, a confundir cuáles son nuestros principios y cuáles son los del vecino, quién fue nuestra vez y de quiénes fuimos nosotros. Tenemos el privilegio de poder elegir en qué etapa de nuestra vida fuimos más felices y cuál la disfrutamos más. Esa etapa y esos principios, los materializamos y los ponemos en lo más alto de la estantería más alta, donde cualquier invitado que hayas dejado pasar sólo por compromiso pueda ver y admirar lo que es un pedacito de tu alma. El problema es que una vez sabido y obtenido lo que queríamos, vamos a creer ver otra cosa mejor. A los párvulos ésto se les atribuye como caprichos. A los adolescentes, como hormonas, a las embarazadas, como antojos. Pero, una vez nombrado nuestro problema, ¿qué solución escogemos? 
Escojamos cual escojamos, lo siento, pero siempre encontraremos otra mejor.

jueves, 23 de agosto de 2012

Putting holes in happiness.

Hace mucho que dejé olvidado aquello que solía llamar alma. Creo que aquel abandono fue debido a que, aquello que suelo llamar cerebro, cayó enamorado.
Unos días atrás conocí a alguien que creí ya conocido. Éste, en dos segundos me mostró el mismo mundo en el que mi alma andaba metida la última vez que la vi. Ahora, en esa especie de fantasía merodeaba alma ajena.
Supuse que lo que estaba sintiendo entonces eran celos e incluso egoísmo. Al caer la noche comprendí que no era más que envidia. Escuchaba a mi alma reírse de mí. Ya sabes, siempre caes rendido a los pies de aquel que es tal y como a ti te encantaría ser.
Tuve miedo a las pesadillas y esa noche no dormí.
Hoy, varias noches después, he querido volver a saber de mi alma. No es que la eche de menos, no me hacía nada bueno, pero estoy asustada. 
Alguien me dijo una vez que algunas personas tienden a sentirse culpables de lo que sienten. Me creía de esas hasta que la culpé a ella. Si hoy estoy asustada es porque no sé lo que siento. ¿Es posible tener miedo al miedo?
No me contesta, no me dice nada. ¿También le asusta? 
A veces llora durante pocos segundos para más tarde volver al silencio. Parace eterno. No lo entiendo.

Tengo que pensar, y no hablar.


viernes, 3 de agosto de 2012

All nightmare long.

Alguien te dirige en un camino pedregoso. Se te van llenando las zapatillas nuevas de la arena amarilla que en éste abunda. No miras a tu acompañante, te dejas guiar por el sonido de sus suelas al pisar. Va lento, algo característico de él y lo sabes. ¿Dónde vais? ¿Por qué? Fantaseas con posibilidades remotas y fantásticas. Los sueños del más soñoliento se quedan en nada si fueran comparados con tus fantasías momentáneas. Sigues el ritmo de quien te guía pero te cuesta. Quieres correr por el camino, llegar a su final y ver qué es lo que te espera, lo que lleváis buscando desde que salisteis de casa. Con la cabeza cabizbaja y la mirada plantada en tus pies observas como la arena amarillenta va desapareciendo. Notas como las piedras ya no se clavan en las suelas de tus zapatillas recién compradas. Y es entonces la primera vez que alzas la mirada y tus sueños del camino crujen como cristales al romperse contra el suelo. Delante de tus narices te hace cara un puente colgante sin camino de tablones por el que pasar. ¿Qué es lo que quiere el guía? "Daremos la vuelta" intentas convencerte. Y no. Sabes que vas a tener que pasar, como pasaste hace dos años. Te van a obligar bajo la frase no estás obligada a nada y te van a presionar con la frase todos confiamos en ti porque sabemos que puedes. Con cierto odio miras a quien te trajo hasta aquí. En un instante de apenas medio segundo el odio desaparece para dejar sitio a la confusión. Reconoces al muchacho al que le has entregado tu vida en mano, al que cediste la confianza plena y quien sabe que tiene tu corazón. Tu mirada te dice que tienes que volver a cruzar el puente y te inunda la pena. Todos ellos pueden confiar en ti pero tú sabes que no puedes. Es por aquel muchacho por el que vives y por el que vas a poner la mano en la primera cuerda que sujeta el puente. Pones ahora la izquierda y de un salto posas las sucias zapatillas en la tercera y la cuarta cuerda. Alzas la cabeza, no por orgullo y para dar ánimos, sino para ver qué es lo que mueve las sogas de las que depende ahora tu vida. ¿Qué cojones las hace vibrar de tal forma? Se retuercen en tus manos hasta quemarte. Y es entre el dolor cuando la ves: la hipocresía ha vuelto para ver quién puede más. No le dices nada por no ofenderle, dejando las yagas de tus manos crecer y a las ampollas nacer. Escuchas a la muchacha del final con las piernas desnudas y el vientre plano reír. La miras con odio, pues ella tiene guantes y sus manos no arden. No vuelves la vista hacia tu guía antes de empezar a andar por las cuerdas. Pensando en el sinónimo de esfuerzo. ¿Cuál, cuál es el sinónimo de esfuerzo? Una palabra que represente esfuerzo. Aquel esfuerzo que tú estás haciendo ahora mismo. Piensa, ¿cuál?
Casi vas por la mitad cuando ya no sientes las palmas y la goma de los zapatos ha sido gastada. Ni gritas, ni lloras, ni te quejas. Mantienes los labios apretados, los ojos entrecerrados y los dientes te chirrian. ¡Esfuerzo! ¡Una palabra que recuerde a esfuerzo! ¿Cuál es el sinónimo de esfuerzo? Las cuerdas no se pueden mover más. Resbalas de un pie, resbalas de otro. Crees que caes hasta que tu propia fuerza de voluntad te sorprende y tus brazos ayudan a volver a posar tus pies ahora desnudos sobre las cuerdas de abajo. Oyes a las sogas romperse, como si te quisieran decir algo. Deprisa. Pero, ¿qué palabra te hace recordar al esfuerzo? 
Y entonces llegas al final. La hipocresía se va y a ti no te interesa dónde. Gateas por el nuevo suelo de nuevo arenoso luchando por bloquear el paso a tus lágrimas. ¿Qué acaba de pasar? No te giras a ver el puente, no quieres oler sus cuerdas empapadas con tu sangre, no quieres más que irte a casa. ¿Cuál es la palabra? 
"Valentía". Estabas segura, era eso. Tenía que ser eso. Tú has sido valiente para hacer aquel esfuerzo. Pero el amor de tu vida te dice que no, sencillo, encogiéndose ligeramente de hombros. Pides un beso, un sólo beso, por favor. "Bésame". Pero el amor de tu vida te da dos palmadas en la espalda y apareces de nuevo en la entrada del puente. Es como si no hubieras hecho nada. Como si no hubieras pasado nada. Las lágrimas te ganan la batalla y, por venganza, caen en tus palmas para hacértelas escocer. Las manos aún sangran.

Sweet dreams are made of shit.

Caminas por el pasillo de lo que a tu ver parece ser un lugar donde, al menos antes, se daba clase. Caminas, largo y tendido. Llevas algo a la espalda; te pesa pero no te lo quitas pues sabes que te hace falta. Puede ser que sea tu orgullo. ¿Quizás mamá te equiparía con tu colección entera de mal humor? Piensas en aquellas veces en las que habrías preferido no llevar esa carga detrás. En las que hubieras preferido tirar tu orgullo y sentirte ligera. Aunque no ahora, no ahora. Es entonces cuando alguien te empuja y te encierra quién sabe dónde. Una habitación con complejo de clase. Sólo tiene una pequeña ventana en la pared paralela a la puerta por la que te obligaron a pasar y por esto descartas que, al menos antes, fuese una clase. Ahora no hay ninguna puerta, ni pared que la rodease. Son rejas, rejas anchas y robustas, pero lo suficientemente separadas para que pudieras salir sin ninguna dificultad. ¿Por qué no sales? ¿Te vas a quedar ahí? ¡Sal! Pero no sales. ¿¡Por qué no sales!? "Demasiado gorda para pasar por ahí". Y en aquella habitación te quedas gracias a tus complejos. Oyes unas risas. Están contigo, rebotando en las paredes de ahora tu habitación. En media vuelta consigues ver a sus dueñas, sentadas en el suelo con las piernas desnudas y cruzadas. Con camisetas de tirantes y un sujetador de encaje visten la hipocresía y el egocentrismo. Puedes mirarlas con desprecio, escupirles si quisieras, pero no lo vas a hacer, sino que vas a dejar que sean ellas las que se sigan riendo de tu vestimenta, del cabello que llevas hoy y de tus manías. Dejas que te sigan acomplejando y a la misma vez riéndose de tus miedos. Quedas ahí encerrada con lo que más odias. Con ellas, y contigo misma. Escuchas un refunfuño, una queja y vuelves a buscar de quién procede. Ahora es rubia, más sencilla vistiendo y más sencilla hablando. ¿De qué se queja? Lo sabes por su mirada; algo le falta. Te consuela su presencia aunque aún no sabes por qué. Más tarde descubrirás que también estabas encarcelada con la humildad.
Se nota en el aire que hay tensión, se masca en el ambiente que no tenéis una buena relación. Pero aún así unís vuestras voces para que alguien acuda a sacaros de allí pero nadie aparece, así que empezáis a discutir. Las muchachas de las piernas desnudas critican sin saber a qué o a quién. La rubia se sigue quejando de su falta, de su necesidad. Y a ti no se te ocurre otra cosa que no sea resoplar en tu interior. Tu mente está cansada de oírte gritar en silencio. Culparos, culparos las unas a las otras de esta situación. Culpas a la hipocresía y culpas a la falsedad de unirse y batallar sin ninguna necesidad de derramar sangre, las culpas de este castigo. Ellas te culpan a ti, casi sin argumentos que para ti valgan, pero tan convencidas que hacen dudar. Y la humildad calla y la buscas, esperando encontrar alguna frase que haga que esto no acabe en empate. Pero la humildad calla. Así que comprendes, que de nuevo, todas sois culpables. ¡Y es por ésto que volvéis a unir vuestras voces! ¡Gritad, putas, por vuestra libertad! ¿Quién os va a sacar si no es el canto de vuestro vibrar? ¡Gri- alguien viene. ¿Es ella la que te ha empujado ahí dentro? Por supuesto que es ella. Es la misma que te regaló coronas de flores. La misma que éstas te puso para que de repente le crecieran espinas. Es ella. Pero ella, ¿quién? La falsedad. "Sácanos, sácanos, sácanos". No os va a dejar salir. No. Niega con la cabeza, con sus dedos huesudos, con su cadera puntiaguda, niega. "Sácanos, sácanos aunque sólo sea para volver a ver mi sangre borbotear". Vuelve a negar y se va. Se va. Se ha ido, se ha ido dejando los volantes de su falda al viento. Esa falda larga que podría abrigarte en tus noches frías, con la que soñaste más de una vez, falda que juguetea en cada paso al caminar. Gritas, de nuevo en silencio para no molestar. Y sin darte cuenta le estás pegando puñetazos al cristal de la única ventana. Sabes que por ahí no vas a pasar, "¡por ahí sí que no puedes salir!" pero sigues dándole. Bastan dos segundos para que el cristal se convierta en las barras gruesas y pesadas de la entrada. Te desesperas sin saber qué hacer. Te sientas y te levantas, te sientas y te tumbas. Te levantas y te agachas. Una y otra vez, sin para de dar vueltas mientras que las demás siguen con sus risas, martilleándote la cabeza, taladrándote la moral. Y la humildad, calla. Así coges a ésta última, la levantas de una mano y tiras de ella. No hay rejas ya en el hueco de la ventana ni siquiera cristal. Sólo un hueco por el que saldrás, justo después de tirar a la rubia fuera.
Corréis. Supones que corréis para no ver a la falda juguetona, para no oír más aquellas carcajadas, para que nadie te coja. Y escuchas a la humildad quejarse. "¿¡Qué, qué!?". La humildad se queja de que tú la llevas cogida a ella.

sábado, 7 de julio de 2012

Hoy mis lágrimas se quieren suicidar.


Hoy no he tenido tiempo de respirar, así que mañana lloraré.
Lloraré por los judíos muertos,
por los nazis vivos.
Lloraré por los marginados y
por aquellos que marginan.
Lloraré por los mandados al ejército,
por sus madres preocupadas.
Mañana lloraré por las etiquetas y
por aquellos que son etiquetados.
Lloraré por todos los corazones muertos,
por aquellos que han sido asesinados.
Lloraré por tu ausencia y por tu presencia,
por aquellos que están ausentes aún estando presentes.
Lloraré por mí y
por ti,
por todos ellos que no han llorado.
Lloraré por los abrazos no correspondidos y
por aquellos abrazos que nunca fueron dados.
Lloraré por las bandas inspiradoras,
por los que fueron inspirados,
por los que no encuentran la inspiración y
por los que la encuentran en la droga.
Mañana lloraré por el hambre,
por la sed.
Lloraré por el calor que hace y
por el frío que puede llegar a hacer.
Lloraré por las anas,
lloraré por las mías.
Lloraré por el amor y por el odio,
incondicionales los dos.
Lloraré por los toros muertos en plazas,
por los animales abandonados y
por aquellos que abandonan.
Lloraré por el preso inocente y
por aquellos que son libres aun siendo culpables.
Lloraré por las flores marchitas,
por las semillas por plantar.
Lloraré por los prejuicios,
por los complejos.
Mañana lloraré por mí y
por ti,
por todos ellos que no han llorado.
-Ana Fernández.

martes, 26 de junio de 2012

Que pasen los días.

No me des las buenas noches, ya que no las voy a dormir. Pasaré la noche en vela contigo para contarte la historia de cómo te conocí. Ya es de madrugada y aún busco cómo escapar de donde me enredaron tus ojos. ¿Ves conmigo los primeros rayos del sol? No te vayas, no te vayas hasta que lleguen los últimos; que vuelva a caer la noche, que vuelva a ser nuestra. ¿Habremos dormido algo? ¿Y acaso, cómo dormir? Tan sonoro el tan rápido latir de mi corazón por ti. Que vuelva a caer la oscuridad, que vuelva a ser nuestra. Aquella que nos consume mientras consumimos largos besos. Y éstos dejarán aparte el romance, ¡busquémosle un sustituidor! Vayamos al rincón más oscuro de ésta mi habitación. 
-Ivan Jiménez y Ana Fernández.

jueves, 21 de junio de 2012

¡Yo siempre hago lo primero que se me ocurra!
Y tú lo negativo lo has dicho después. 

sábado, 16 de junio de 2012

El tonto de pueblo.


La wikipedia denomina locura como, textualmente, determinado comportamiento que rechaza las normas sociales establecidas. Locos los llamados automarginados. Deberíamos divagar sobre esa palabra, sacarle las entrañas y así poder relacionarla.  Les contaré una historia:

Desde pequeños hasta mayores llamamos tonto a aquel que ose contradecir nuestras creencias. Vemos como un grano en el culo a ese tonto que mantiene una conversación con nosotros. ¿Cómo tiene la osadía de empezar una frase con “No, sino que”? ¡No puede! O sea, ¡qué sabrá el de la vida! Ese es el problema. Que a ese tonto no le hace falta saber de la vida, no le es necesario haber vivido más que tú, haber viajado ni haberse divorciado siquiera. Y eso nos jode. Que nosotros tengamos problemas, y él no.  Que nosotros conozcamos los problemas a la perfección, pero que él conozca las soluciones como de una ecuación de primer grado se tratara. ¿Quién es ese tonto, que nos escupe a los ojos aquellas verdades hasta dejarnos ciegos de ira? ¡Está loco!

Y es así como desde pequeños hasta mayores llamamos loco a aquel que hace cosas que nosotros no llegamos a comprender. Vemos como tal pústula en la nariz a ese loco que nos roba minutos de sueño, ocupando nuestra mente con sus locuras. ¿Cómo se atreve a robar mi atención? ¡No debería! Pero, a ver, ¡qué está mal de la cabeza!  Y ese es el problema, que si no lo llegamos a entender, es obvio que está mal. Y no, para nada lo está. Pero el loco hace lo que él quiere hacer, y nos dice que lo él nos quiere decir. Y eso nos jode, porque las normas sociales establecidas tienen detrás de cada sílaba acentuada la palabra respeto. Y ese señor, no me respeta. ¿Pues no que está haciendo ver a los demás que estoy equivocado? Mejor se calla al sincero, llamándole loco y creándole complejo de tonto.

Y así, amigos pero nunca compañeros, es como los llamados locos acaban aislados, automarginados

sábado, 9 de junio de 2012

Su alegría fluyó en cuanto nuestras miradas colisionaron.

Con esta carita quién no me va a mentir, quién me va a tomar en serio, quién me va a escuchar.
¿Quién me va a tener un cuenta, con esta carita?

lunes, 4 de junio de 2012

Tengo mis principios... Pero si no les gustan, tengo otros.

Por favor, no piensen que esto es fácil para nosotros. Nos ha llevado días, incluso meses (no se crean que demasiados) pero, al fin, hemos llegado a una conclusión común: las personas cambian, aunque la sorpresa es que no cambian con el tiempo, sino con la compañía. Quedando dicho esto, pido un chocar de copas por mí y mis noches, por haber descubierto solas la llamada hipocresía. 

domingo, 3 de junio de 2012


"Mírale a los ojos, y no pares hasta que veas su alma. Entonces, sacas el puñal."

sábado, 2 de junio de 2012

-Hemos llegado, sí.

Los colmillos del puma me han destrozado. No sé si bostezaba o rugía, pero mi carne es ya su alimento, puedo escuchar los sonidos glotones, el rasgar de tejidos, el crujir de mis huesos, el borboteo de mi sangre, derramándose hacia la nada. Pasa por fiarte, ¿acaso no era de esperar? ¿Comer o ser comido?
-¿Qué vas a hacer?
-¿Cuándo?
-En general.
-Cerdo, gilipollas.
El amor es que no estás. La vida tiene sentido porque yo estoy vivo.
Me aburre el mundo. ¿A quién no? Juguemos.
-¿Y tú, cómo te llamas?
-Dímelo tú.
Morir es dormir, nada más.
-¿Por qué lloras?
-Están todos muertos.
El suicidio perfecto -decía- sólo tiene un defecto: que es irrepetible.
Cuanto más te quería más pensaba en la muerte. Porque tú me obligas a prometerme con la vida.
Quand nour fûmes au Mont Étuve, Qui est si froid, si rude...
Estás invitada a la fiesta del final de mi vida. Será genial, no faltes.
-Es que nuestro nombre empieza por A. La A lo encierra todo. Ya encerraba muchas cosas, en la simbolgía del Camino.
Cather in the rye! ¿Guardián o acechador? Guardián el que guarda, acechador el que acecha.
No puedo retener el amor.
Om matri muye sale du.
-Pasan cientos de personas, pero nadie ve nada.
Si alguien atrapa  acecha a alguien cuando van entre el centeno...
...Y que no andéis como los otros, para quien caminar es sólo necesidad o casualidad...
"Disueltos en el río"
Combien y a-t-il de couleurs? Cinq et une de cachée. Que signifie le blanche? Les larmes que Maître Jacques a versées par nous...
KLARHEIT.
Que no tema nadie al puma de esta imagen, sólo está bostezando.
Una joven extranjera -él escribió danesa- llega hasta la costa española con un hombre, en una aventura de amor. En Gijón los alcanza el novio de la chica danesa y de noche, bajo el brazo del horizonte, los dos rivales luchan con sus argumentos para quedarse con ella. En la oscuridad, la chica danesa escucha el apasionado discurso del hombre y al concluir avanza hacia él para abrazarle, mientras el joven se despeñaba herido de muerte por el rechazo. Sólo después del suicidio ella se da cuenta que era el hombre el que pronunciaba el bello discurso del que ya había muerto. Pero no dice nada, porque su muerte ya no tiene solución. ¿Debería comentarle a su novio ahora la equivocación? No, ahora le tocaba vivir sola con su error.
COMPAÑERO, aquel que comparte el pan.
¿Quién dijo que no hay corazones de piedra?
Ceperis.
V'han certuni che dormendo... Les llaman sonámbulos porque deambulan mientras sueñan.
Así sucede cuando te despiertas en la mañana del día siguiente que has estado esperando toda tu vida: no hay despertar.
Me marché hacia la oscuridad...
Cuidado con el puma, ¡no está bostezando!
Dos patitos se fueron a bañar... Por eso lloran, lloran los patitos, lloran... Porque el más chiquitito no sabía nadar.
Si te duele, no se lo demuestres al resto de tu cuerpo. Si empiezas a cojear, todo el cuerpo se descompone.
-Se acabó, más allá no hay nada, ¿eh?
-Sí, el mar.
-Nadie puede guardar las huellas de todo el camino, como tú.

martes, 29 de mayo de 2012

Si nosotros ardemos, tú arderás con nosotros.

Complicado.
Hay demasiados tipos de felicidad, tantísimos que no se pueden ni nombrar. Ni siquiera los vas a llegar a conocer todos, aunque quieras, ni oler. Cada sentimiento es un tipo distinto de felicidad; cada persona tiene sentimientos distintos. Jamás vas a encontrar a alguien que viva con el mismo rencor que otra, ni a un alguien que sepa como se siente otra persona exactamente. Pero se puede intentar comprender. Siento no adjuntar un manual de instrucciones aquíExisten demasiadas diferencias entre seguridad, complicidad, diversión, amor, tristeza, compasión y demás. Pero, ¿acaso no están en ellos lo que los seres humanos andan buscando con tanto afán? ¿No es el frío la ausencia del calor, pues la tristeza es la felicidad ausente? 
Aunque pura lógica.
 -¿Quién entiende a un suicida?
-Nadie.
-Otro suicida. 


Hemos vuelto a decir te quiero.

lunes, 28 de mayo de 2012

VER, OÍR Y CALLAR.

Atenta a esos símbolos representando el infinito en muñecas, tobillos, estados, fotos y tablones. No consigo ver más allá de una esperanza vana, pues lo eterno nos confía la inmortalidad, y, ¿quién no tiene miedo a la muerte hoy? Curioso como despreciamos la vida en sí, temiendo su final al mismo tiempo. 


-Querido, ¿sigues el compás? ¿Oyes a la música hablar? La batería saca tema, la guitarra te canta y el bajo te susurra, ¿les escuchas? Hablan de quién eres, de quién es tu pesar, de quién, tu respirar. Querido, ¿oyes el compás? Como el corazón que late.


sábado, 26 de mayo de 2012


<< (...) Cuando miramos en dirección A, a 90º hacia el disco, no vemos muchos estrellas. Pero al mirar en la dirección B vemos muchas más estrellas porque miramos hacia la masa central de la galaxia. Y como la galaxia es un disco, lo que vemos es una franja de estrellas. 
Entonces pensé que durante mucho tiempo a los científicos les había desconcertado que el cielo sea oscuro por las noches pese a haber billones de estrellas en el universo, pues hay estrellas en todas las direcciones en que uno mire, así que el cielo debería estar lleno de luz estelar porque no hay casi nada que impida que la luz llegue a la Tierra.
Entonces descubrieron que el universo está en expansión, que las estrellas se alejan rápidamente unas de otras desde el Big Bang y que cuanto más lejos están las estrellas de nosotros más rápido se mueven, algunas de ellas casi a la velocidad de la luz, y eso explica por qué su luz nunca nos llega. 
Me gusta este dato. Es algo que podemos comprender al mirar el cielo por la noche, pensando, sin tener que preguntárselo a nadie.
Cuando el universo haya acabado de explotar, las estrellas disminuirán su velocidad, como una pelota lanzada al aire, hasta detenerse y volver a caer hacia el centro del universo. Entonces nada nos impedirá ver todas las estrellas del mundo porque todas vendrán hacia nosotros, cada vez más rápido, y sabremos que pronto llegará el fin del mundo porque al alzar la mirada hacia el cielo por las noches no habrá oscuridad, sino la luz resplandeciente de billones de estrellas que se acercan. Sólo que nadie verá eso porque ya no quedarán personas en la Tierra para verlo. Para entonces seguramente ya se habrán extinguido. Y en el caso de que queden algunas no lo verán, porque la luz será tan brillante y ardiente que todas morirán abrasadas, aunque vivan en túneles. >>


-El curioso incidente del perro a media noche. Capítulo 17. Mark Haddon.

Y alarguémosla el tiempo que necesitemos.



Nos sobraban las ropas y nos faltaban condones, cada caricia era un escalofrío y los consecuentes pelos de punta, la sonrisas cómplices y las miradas ciegas. Y aunque con los labios ensangrentados, desgastados de morder seguíamos besándonos y no por puro agotamiento teníamos menos ganas. Tuvimos la oportunidad de morir siendo uno y aún así decidimos vivir eternamente el uno para el otro. Un "no te vayas" cuando miró y un "ni me lo repitas" cuando correspondí. Había abrazos tan pesados flotando en el aire que el oxígeno luchaba por su lugar en aquella habitación, y ganara quien ganase en aquella estúpida batalla nos parecería bien, pues no dejaríamos que nada fuera mal en aquellas escasas horas. Que serían pocas pero fueron nuestras. 

Hagamos una pausa.



Y entonces hubo un sin miedo a las guitarras, un qué más dará mañana. Hubo noches y hubo días, calles vacías y un pub a reventar. Hubo de todo para todos y si te quedaste sin nada fue porque quisiste. Hubo de todo en un segundo, miradas que se repetían 60 veces por minuto para hacer de esta puta vida la más jodidamente bonita. Y suena otra vez mi alma de fondo, haciéndome ver el por qué de mi locura, pero cuando estoy a dos milímetros de ella y mi eternidad, la alarma suena y vuelven las Matemáticas a primera.