jueves, 23 de agosto de 2012

Putting holes in happiness.

Hace mucho que dejé olvidado aquello que solía llamar alma. Creo que aquel abandono fue debido a que, aquello que suelo llamar cerebro, cayó enamorado.
Unos días atrás conocí a alguien que creí ya conocido. Éste, en dos segundos me mostró el mismo mundo en el que mi alma andaba metida la última vez que la vi. Ahora, en esa especie de fantasía merodeaba alma ajena.
Supuse que lo que estaba sintiendo entonces eran celos e incluso egoísmo. Al caer la noche comprendí que no era más que envidia. Escuchaba a mi alma reírse de mí. Ya sabes, siempre caes rendido a los pies de aquel que es tal y como a ti te encantaría ser.
Tuve miedo a las pesadillas y esa noche no dormí.
Hoy, varias noches después, he querido volver a saber de mi alma. No es que la eche de menos, no me hacía nada bueno, pero estoy asustada. 
Alguien me dijo una vez que algunas personas tienden a sentirse culpables de lo que sienten. Me creía de esas hasta que la culpé a ella. Si hoy estoy asustada es porque no sé lo que siento. ¿Es posible tener miedo al miedo?
No me contesta, no me dice nada. ¿También le asusta? 
A veces llora durante pocos segundos para más tarde volver al silencio. Parace eterno. No lo entiendo.

Tengo que pensar, y no hablar.