viernes, 22 de febrero de 2013

El poeta que no creía en amores de poesía.

Las cuerdas vibrando pulsadas por el músico amante de la música, casado con su instrumento no celoso de todas las partituras que han formado parte de la vida del compositor. Notas y silencios haciéndose el amor, trayendo al mundo melodías que nuestros oídos quieran más que oír, escuchar. Canciones grabadas no por cámaras sino a fuego en el arder de los sentimientos. Grabadas las canciones en el corazón como grabadas las huellas en las teclas blancas y negras de un piano solitario que espera volver a ser acariciado. Teclas, ellas, tan vestidas de boda y de luto, riéndole y llorándole al músico que les dio vida y de la misma forma las mató al retirar sus manos.

El sudor que escapa del corredor que corre buscando escapar de la realidad que cada vez es menos suya y cada vez es más esclava del resto de la sociedad. Corre y no habla pero sí se expresa; le basta su cuerpo para decir. No quiere ser observado ni observar, le da igual lo que le responda el espejo si por dentro se ve bien. Limpia su vida con el aire que de verdad limpia sus pulmones, arranca con pocas ganas de marchar y aún así marcha, se va y no se arrepiente. Conversa con gorriones y siente los árboles más puros nacer y a los más ancianos descansar a la misma vez que descansa el atleta.

El flash de vida rápida que hace de faro del fotógrafo que navega buscando algo nuevo que fotografíar, queriéndonoslo mostrar, queriendo cambiar nuestra forma de mirar para aprender a apreciar los detalles que hacen de guías a los más ciegos humanos que de egocentrismo pecamos. Importa todo aquel y aquello que sea protagonista o no, aún de personaje secundario sobre el papel impreso de mil colores; mil colores y ninguno suficientemente real. La cámara que muere si el fotógrafo se rinde ante un público que no entiende, que le da lo mismo que lo mismo le da comprender el por qué de lo que ve.

Fotografías olvidadas que tiempo más tarde el pintor querrá pintar y el lienzo dispuesto a escuchar cada pincelada que susurre el pincel, gran contador de historias él y siempre tan detallista. Pinturas agradecidas de que su destino haya sido representar la sonrisa de un niño que ahora es un triste adulto; una fiesta donde los jóvenes decepcionarían a sus padres o un paisaje en el que conviven bosques vecinos donde ahora los vecinos son tristes rascacielos, casas pero no hogares para adultos infelices. Cuadros clavados en la pared, ansiosos y nerviosos ante la miradas de aventureros poco valientes para aventurarse de verdad. Cuadros que no mueren si su pintor desaparece sino que mueren cuando le marcan su precio.

Los amaneceres y los atardeceres en una ciudad sorda, demasiado contaminada por los vehículos y sus claxons. El mundo ajeno a la tristeza infinita de un poeta que anhela la existencia de alguien diferente que pueda hacerle sentir algo que poder diferenciar. Y es que nuestro poeta tiene cansados a los papeles de escuchar el mismo cuento de protagonistas derrotados por la soledad, que los lápices sólo hablan de ruido, que no sonido, del viento y del morir de las olas al por fin encontrarse con su orilla. Será que nuestro poeta quería ser un artista como nuestro músico compositor, como nuestro deportista, el fotógrafo o el pintor y no podía. Será que ellos tenían algo que el escritor carecía. Podrá ser que todos ellos andaban enamorados y el poeta no. Él, solo, escribía con la tinta que su propio corazón latía y aún así, no creía en el amor de poesía. Celos, golpes y tanto odio escuchado, observado y padecido que ningún beso le sabía dulce. Si nunca se había dejado llevar, si no había buscado que se le acelerara el corazón, si las mariposas de su estómago no habían querido despertar, si sus pupilas nunca se dilataron, ¿cómo quería nuestro poeta ser artista?

Anxiety +

Aquí no hay sitio para las dos.
Deberás irte tú y no eres más que una cría
pero creciendo a velocidades enfermizas.
Deberás irte si mis hombros no van a aguantar tu peso,
acabarás con mi vida a pequeños mordiscos definitivos;
terminarás por arruinarme el físico.
Dueña serás de cada una de msi miradas y no.
Deberás irte tú porque quiero respirar
y no dejas sitio a mis pulmones.
Sé que no vas a matarme,
porque aquí no hay sitio para las dos
y quien se va eres tú.