Ojalá
algún día alguien me pida que le cuente nuestra historia. Quizá al
principio titubearía sin saber bien con qué frase empezar o qué
palabras utilizar, pero sé que al final lo conseguiría, y que todo
aquel que me escuchase creería comprender nuestra locura sin
siquiera llegar a hacerlo.
Nacimos
entre el suicidio de Kurt Cobain y el 11-S, destinados a vivir en
plenitud la constante decadencia de nuestro país. Nuestra televisión
nos muestra el cadáver de Osama bin Laden, los fallecidos en la
guerra de Siria y las manifestaciones masivas en Egipto, pero no
hablarán los telediarios de siquiera un político honesto que
reconozca haber metido la mano en algún maletín. Nos han quitado
toda la esperanza de vivir un día en paz y de poder morir con más
herencia que un puñado de deudas. Nos enseñan que ya no podemos
decir o hacer nada que ya no se haya dicho o hecho antes, porque
hemos llegado tarde y con una mala base en educación. Sabemos que
jamás nos sobrará el dinero y que a todos los días les faltarán
horas para trabajar.
“Si
nunca nos tomamos un tiempo, ¿cuándo vamos a disponer de él?”
dijiste tranquilo. Nunca noté temblar tu voz, no vi en tus ojos el
miedo ante ninguna situación. Ninguna conversación consiguió
alterarte y eso me tranquilizaba. Adquirí tu templanza y ya no
necesitábamos tocarnos: sólo con mirarnos, éramos uno. Pero no
como los demás... las personas felices no miran a la carretera antes
de cruzar.
Y
es que tú y yo no somos una pareja más, de esas que se regalan
cosas inútiles en San Valentín; es la antipatía hacia los otros lo
que nos une. Son las injusticias y la necesidad de hacernos ver lo
que nos mantiene juntos. Sé que no podríamos llamarlo amor, pero
tenemos la suficiente pasión como para ser invencibles. Y, querido,
será esa pasión la que nos permita hacer cualquier cosa. Seríamos
las reencarnaciones de Bonnie and Clyde
si quisiésemos. ¿Quién nos lo impediría? Sabemos complementarnos
bien. Poco más que la misma necesidad del uno por el otro es lo que
nos impide separarnos. Podríamos dejar de vernos pero nunca
estaríamos lejos. Siempre hallaríamos el modo de volver a
encontrarnos… y que pareciese una casualidad. Sí, nene, jugaríamos
con el destino y estafaríamos al mismísimo diablo con nuestra alma.
Despertamos
cada mañana asumiendo que cada palabra que digamos será juzgada y
que cada decisión que tomemos nos la van a cuestionar. Mas lejos de
sentirnos solos, sabemos que nos tenemos el uno al otro; yo, buscando
una inspiración para no morir sin escribir y tú, buscando ser
inmortal.