lunes, 5 de agosto de 2013

Testamento

Mi infancia, mis llantos,
mis hambres, mis penas,
mis problemas, mi cariño incondicional
se lo quedaron quienes me criaron.

Mi primer beso y toda la inocencia,
por consecuencia,
se la llevó
el primero que me ilusionó.

El primero amor,
la esperanza, todas las horas,
el resto de mis días y toda la vida
se la dejo al primer hombre que me cuidó.

Yo me quedo con
las experiencias, los recuerdos
y todos los besos;
los libros, los discos,
los bailes, los tacones,
las miradas, las noches sin mañanas,
las fotografías, las películas,
las playas y las montañas
que afortunadamente visité.

Yo me quedo con todo,
incluso con el silencio,
con todo menos con el tiempo,
porque si me lo quedara
significaría que no lo gasté.

Que cuando yo me muera y
ya la tierra me vayan a echar encima,
la gente no llore de pena sino de envidia.

Que lloren mil veces más de las que
yo lloré al mi madre traerme a la vida,
mientras yo desde arriba, me ría.