No sé cómo decirte hola sin antes pedirte perdón. Perdón por el dolor, por la espera, por volverte loco, por hacerme ver hoy, por hablarte un día, por aparecer en tu vida, por nacer. Perdón, porque tu vida no me pertenecía y un día pensé que sí. Perdón, porque me he callado cosas que debería haberlas gritado. Perdón, por no ser capaz de odiarte como tú me odias a mí, y perdón por volver. Pero, mi vida no tiene sentido sin ti.
Veo la vida como si una obra de teatro fuese. Recuerdo habértelo contado alguna vez. Te contaba tantas cosas, te cantaba tantas canciones y te dedicaba tantos poemas que cuando te fuiste, me fui, no fuimos, me quedé sin saber a (y por) quién mirar. Cuando te vi por primera vez, supe que serías un buen protagonista. Lo que no sabía, es que ibas a ser mi protagonista por el resto de toda la representación. Por muchas páginas que yo pueda pasar, apareces en todas ellas de una forma u otra. Siempre, siempre rondando.
Necesito saber tantas cosas de ti, y no me atrevo siquiera a pensarlas. ¡Cómo me gustaría oírte decir que tú tampoco me has olvidado! Sé que quieres a otra. Sé que sabes que quiero a otro. Pero, ojalá pudieses decirme si también me quieres a mí. ¿Cuándo he dejado de quererte? Nunca te he dejado, ¿verdad? Nunca piensas irte, ¿cierto? ¡Cómo deseo irrumpir en tu vida, otra vez! Pero, ojalá no supiese el mal que eso haría. Supongo que ahora eres feliz, supongo que alguien ha conseguido arreglar el corazón que una vez yo rompí. Y eso está bien... Supongo.
Lo siento, pero no puedo alegrarme de que seas feliz sin mí. Lo siento, pero no puedo desearte que ames ahora como una vez me amaste a mí y mucho menos pedir que te amen como te amé yo, porque no podrán.
No hay comentarios:
Publicar un comentario