Me dices todos los días que me quieres, que me echas de menos y no puedes vivir sin mí. Me cuentas que todas las noches sueñas conmigo, con una vida en la que podemos ser felices juntos. Y mientras te escucho pacientemente, no puedo dejar de sonreír. Pero no sonrío por ti. Tampoco por tus palabras. Sonrío porque me hace gracia.
Me hace gracia el amor y me hacen gracia todos los adolescentes que se creen enamorados. Me río cada vez que alguien me dice "tú no lo entenderías". Yo lo entiendo todo; son ellos quienes no comprenden mi magia: soy la persona más querida y más odiada al mismo tiempo. Soy beata y a la vez soy ramera, soy la sonrisa de un niño el día de Navidad y soy los ojos brillantes de un violador asesino. Soy pura, soy tóxica. Soy capaz de hacerte sentir tan vivo que conseguirías ver la muerte más cerca que nunca. No tengo punto medio, y crees quererme por lo soy, cuando realmente no soy nada.
No puedo simplemente dejarme querer porque no estoy hecha para ti, no estoy hecha para nadie y ya te lo advertí; fui creada para ser el anhelo de las almas adolescentes atrapadas y así hacer que la poesía jamás muera. Como en una tragicomedia griega, Cupido lanza sus flechas con ballesta a cada novato que se cruce por el camino. Huye, niño, mientras puedas: no me creas ni Astrea y menos Atenea; me quedo en Ate y terminaré como Hades. Nadie puede quererme, nadie sabe cómo amarme, ¿no te das cuenta? Enseguida me las apaño para que el protagonista del maravilloso cuento muera y que parezca un accidente.
¿Qué afán os ha dado ahora por querer salvarme la vida? Es la vuestra por la que tenéis que mirar; a mí ya me han matado tantas veces que soy inmortal.
"Ésta es robusta, de pies ligeros y por lo mismo se adelanta, y recorriendo la tierra, ofende a los hombres."
No hay comentarios:
Publicar un comentario