sábado, 22 de agosto de 2015

Ni la muerte

Ella hacía las cabezas volar,
creaba arte con la mirada,
revivía llamas desde las cenizas,
conocía todas las historias
y a cada mago que apareciese en ellas.

Ella bebía a caño de las mejores almas,
sabía quién valía y quién no,
conducía siempre de noche por autopistas,
luchaba a diario con mil monstruos
y casi nunca salía herida.

Ella, tranquila a veces,
sabía cuando la gente necesitaba moverse,
aceleraba todos los corazones,
hacía explotar por unas horas las vidas de los demás,
era ella quien a la muerte le pisaba los talones.

Pero ella no podía ser ella sin él,
y es que
él era quien cuidaba de su arte,
quien avivaba su fuego cuando parecía apagarse,
quien le contaba mil cuentos antes de acostarse. 

Él tenía el alma más pura,
él era quien más valía,
quien le guiaba por carreteras oscuras
y quien ahuyentaba sus peores pesadillas.

Él sabía cuando ella debía parar,
él sabía cómo hacer su corazón bombear,
él sabía a las explosiones controlar,
y él sabía, que ni siquiera la muerte, podría con ellos acabar.



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